¿Y si la historia realmente terminó en 1806?



La concepción filosófica de Hegel sigue vigente. Trataré de reducir el artículo porque sería una osadía querer abarcar el abismal y complejo pensamiento que el gran pensador alemán del siglo XIX aportó al mundo. Y que, siendo honesto, aún estoy muy lejos de comprender con claridad, por lo basto y profundo que me resulta su filosofía.



La filosofía histórica de Hegel:

Para Hegel, la historia es la búsqueda humana del autoconocimiento y la autorrealización. Hubo un tiempo, en la antigüedad para ser exactos, en que los seres humanos no perseguían activamente esos objetivos. Esto era característico de las formas de vida prehistóricas, cuando los hombres eran brutos y mudos. Según Hegel, decía que llegaría un momento en que los seres humanos ya no perseguiremos activamente el autoconocimiento y la autorrealización, porque ya los habremos alcanzado todo. Esa será la vida poshistórica.

De modo que la historia es la búsqueda humana de autoconocimiento y autorrealización. Cuando esa búsqueda llegue a su fin, cuando nos conozcamos a nosotros mismos y nos volvamos nosotros mismos, entonces no habrá más historia. Así se detendrá la historia. Hegel postula que el ser humano tiene una necesidad fundamental de autoconocimiento. De hecho, en última instancia, para él la autorrealización es simplemente autoconocimiento. Así, el ser humano se realiza conociéndose a sí mismo. Eso es todo lo que es. Eso es por lo que todos luchamos. Eso es lo que todo el registro de la historia ha estado apuntando: el autoconocimiento.



Para conocernos como seres físicos podemos mirarnos en un espejo. Aunque tenemos que reconocer al ser que vemos en el espejo como nosotros mismos. Los animales no parecen ser capaces de reconocer sus propios reflejos. Pero cuando los seres humanos alcanzamos cierto punto en nuestro desarrollo, nos damos cuenta, "¡Ajá! ¡Esos somos nosotros!" Y hay algo extraordinario en reconocernos reflejados en algo otro, algo externo.

Hegel cree que el autoconocimiento de nuestra alma, por así decirlo, requiere un proceso similar. Necesitamos encontrar un espejo en el que nuestra alma pueda reflejarse, y en el que podamos reconocer nuestro reflejo, y así llegar a conocernos a nosotros mismos como seres espirituales.



Ahora bien, ¿cuál es el espejo apropiado del alma? Bueno, la primera y más obvia respuesta sería otra alma, otro ser humano. La forma en que llegamos a conocernos a nosotros mismos como seres humanos es reconociéndonos en los demás. La mejor forma de reconocimiento sería reconocernos a nosotros mismos en los ojos de alguien que es muy similar a nosotros, que realmente puede mostrarnos quiénes somos. El tipo de relación donde eso sucede es la amistad o el amor. Podemos conocernos a nosotros mismos a través de personas que nos contradicen, pero el mejor tipo de autoconciencia es a través del amor y la amistad. El tipo más completo de autoconciencia es a través del amor y la amistad.



Pero eso no es suficiente. El amor no es suficiente para Hegel. La amistad no es suficiente para explicar la historia. Si pudiéramos conocernos adecuadamente, si pudiéramos satisfacer nuestra necesidad de autoconocimiento simplemente a través de las relaciones interpersonales, nunca nos hubiéramos embarcado en esta larga búsqueda hacia la civilización, porque podríamos haber satisfecho esa necesidad en la familia prehistórica, en los pueblecitos, en chozas de paja, en bandas de cazadores-recolectores. No necesitamos edificios, tecnologías y civilizaciones que se extiendan miles de kilómetros. No necesitamos catedrales ni rascacielos ni nada de eso solo para tener relaciones interpersonales.

Entonces, la búsqueda del autoconocimiento debe entenderse aquí con mayor precisión. Necesitamos conocernos a nosotros mismos. Conocernos a nosotros mismos como individuos no requiere historia, entonces, ¿qué tipo de autoconocimiento requiere historia? Hegel parece creer que la historia es necesaria para conocernos universalmente, es decir, para conocernos en un sentido abstracto, y no sólo como un individuo particular, en otras palabras, para saber qué es el hombre en general. En última instancia, este es el objetivo de la filosofía.

Tu mejor amigo o tu pareja no va a ser suficiente para darte este tipo de autoconocimiento universal. Otro ser humano no es un espejo adecuado para eso. Solo la filosofía puede mostrártelo, y por eso Hegel cree que tenemos que entender la historia como algo que surge de la necesidad de un autoconocimiento universal.



Pero, por supuesto, la filosofía no estaba allí al comienzo de la historia. Entonces, ¿cómo intentamos empezar a satisfacer esa necesidad de autoconocimiento universal? El argumento de Hegel es simple: tenemos que hacernos un espejo. Tenemos este material llamado naturaleza, rocas, ríos y árboles, y necesitamos rehacerlo. Necesitamos salir y transformar el mundo, ponerle el sello de la humanidad, humanizar el mundo, rehacer el mundo a nuestra propia imagen, y reconocernos a nosotros mismos, reconocer la verdad sobre la humanidad en general, en nuestro trabajo.

Toda cultura es básicamente un conjunto de prácticas, artefactos e instituciones en las que mediante las cuales, los seres humanos encarnan un intento particular de comprenderse a sí mismos. La cultura es el espejo en el que los seres humanos se conocen a sí mismos de manera universal. El registro de las culturas y su transformación es lo que llamamos historia. Por lo tanto, la historia es necesaria como nuestro primer paso hacia la autocomprensión universal.



Hay muchas culturas y por lo tanto muchas interpretaciones de nuestra naturaleza. Pero solo hay una verdad. Por lo tanto, todas las culturas no pueden calificarse por igual. Algunos son más fieles al hombre y su naturaleza que otros. Así que es posible clasificar las culturas en una jerarquía en términos de qué tan bien o qué tan mal reflejan la verdadera naturaleza del hombre. Pero Hegel también tiene claro que la cultura como tal es un medio inadecuado para llegar a la autocomprensión universal. Así, lo que ocurre en un momento determinado en al menos algunas culturas (tres, para ser exactos) es el surgimiento de la filosofía. Los griegos, los hindúes y los chinos desarrollaron espontáneamente tradiciones filosóficas.



La opinión de Hegel es que finalmente llegamos a la autocomprensión universal a través de la filosofía. La historia es la búsqueda de la sabiduría. Hegel se ha vuelto sabio. Él conoce la verdad sobre el hombre y, por lo tanto, la búsqueda filosófica y la búsqueda histórica llegaron a su fin cuando Hegel escribió su libro "La fenomenología del espíritu". De modo que para Hegel la historia terminó el 14 de octubre de 1806. Ese fue el día de la batalla de Jena, el punto de inflexión, en lo que Hegel vió en la lucha de la humanidad por la libertad. Una vez que Napoleón triunfara sobre las fuerzas reaccionarias de Prusia, los ideales que representaba la Francia posrevolucionaria (no sólo liberté, égalité y fraternité , sino el estado moderno y su orden legal) servirían de modelo para Europa y el mundo.

Claro, los eventos seguirían sucediendo, incluidos los grandes eventos como las guerras. Lo que ha terminado es una secuencia de formas políticas y culturales cuyas contradicciones internas dieron lugar cada una al siguiente paso en el desarrollo de la libertad: del mundo antiguo a la cristiandad medieval y, finalmente, a lo que el intérprete de Hegel del siglo XX: Alexandre Kojève, llamó "el estado homogéneo universal".



Por ello no es coincidencia que hoy día, consideremos a Wittgenstein y a Heidegger como los últimos filósofos, y que, después de ellos, no ha surgido otro que descubra algo trascendental, sino que "descubren" partiendo de los descubrimientos de los grandes filósofos antes de la poshistoria.



En definitiva, para Hegel la historia procede en línea recta desde un principio hasta un final. El progreso de la historia surge de una sola necesidad fundamental, que es la necesidad humana de autoconocimiento. Una vez que logramos ese objetivo, la historia termina, y eso es todo.

El Estado homogéneo de Alexandre Kojève:



Alexandre Kojève fue un ruso de influencia marxista, que trabajó de espía para la KGB y al mismo tiempo para Occidente durante la guerra fría, y además uno de los comentaristas de Hegel más leídos en el mundo occidental, y su influencia en los siglos XX y XXI es inmensa. Detrás de escena, dió voz a lo que se convertiría en los presupuestos teóricos de innumerables políticos, ciudadanos e intelectuales occidentales. Neoconservadores, progresistas, liberales y teóricos de la paz democrática. De hecho, el fue uno de los principales intelectuales en crear las estructuras que están conformadas el bloque atlantista liberal: la Unión Europea y la OTAN.



A pesar de su vocación filosófica, Alexandre Kojève ocupó la mayor parte de su vida adulta como funcionario del ministerio de economía, finanzas e industria de Francia a cargo de negociaciones internacionales, entre ellas las referidas a las Comunidades Europeas. "Adoro este trabajo", diría en 1968, año de su muerte, en la única entrevista que otorgó en su vida, "Es un tipo de juego superior". De hecho, siempre fue un jugador sofisticado, cuyas reglas de juego se cimentaban en la filosofía política. Sobre la base de su análisis de Hegel, Kojève pensaba que Europa y los Estados Unidos estaban ingresando en una época poshistórica. Comenzó a servir a Francia en el momento en que consideraba que la Historia había terminado, tal como lo había dicho Hegel en 1806, y que de hecho el hombre como tal (proprement dit), caracterizado por su interminable esfuerzo por valorar el mundo a través de su discurso, había desaparecido. En su perspectiva, esta circunstancia tornaba obsoleta la tarea del filósofo, dado que el mundo había alcanzado su fin y ya no necesitaba pensar sobre su propio futuro.

La historia obsesionó a Kojève, para el cual ésta sólo podía comprenderse cuando había llegado a su fin, inspirándose de Hegel. Cabe señalar que Kojève veía el fin de la historia como efectividad en movimiento y no como término: la historia continúa tras el fin de la historia. El porvenir, desde la Revolución Francesa y Napoleón, está jugado. El fin de la historia es la carrera hacia el Estado mundial, en el que deben primar los principios universales y los derechos del hombre que surgieron del liberalismo, cosmopolitismo, globalismo y multiculturalismo (materializado con Estados Unidos, la UE y la OTAN). Aunque la historia acabe, o mejor dicho, se viva el comienzo de su fin, siguen, claro está, ocurriendo acontecimientos como las guerras en el Medio Oriente o Ucrania, y estamos, según Kojève, en una fase de imperios regionales (de mercados comunes que, en su versión europea, tanto defendería en la práctica Kojève). Son ideas fatalistas y pronosticadas por Hegel, retornadas por Kojève.



¿Cuál es esta gran verdad que ha puesto fin a la historia? Según Kojève, la verdad sobre el hombre es que todos somos libres e iguales. Eso puede sonar banal, pero él dice que eso es por lo que los seres humanos han estado luchando y luchando: esculpir y pintar, componer música y escribir libros durante miles de años, para descubrir que todos somos libres e iguales. Una vez anunciado este descubrimiento, y una vez rehecho el mundo a imagen de la libertad y la igualdad, la historia llega a su fin.

Kojève afirma que la historia llega a su fin con lo que él llama el estado universal y homogéneo. Cuando reconocemos que todos los hombres son libres y todos los hombres son iguales, lo único que queda es crear una forma de sociedad que reconozca esta libertad e igualdad. Esa forma de sociedad tiene que ser universal. No puede vincularse a ninguna cultura en particular, porque la cultura también se acabó. La historia es solo un registro de culturas, y cuando la historia termina, la cultura también termina. La cultura se vuelve, en cierto sentido, innecesaria, porque realmente no es el mejor medio para llegar a la autocomprensión. Kojève vislumbra una tendencia hacia la completa homogeneización del mundo dentro de este estado universal. Así que llama al final de la historia el estado homogéneo universal.



¿No lo han percatado? En la era posmoderna el inglés es el idioma universal, el cual tenemos que hablar para comunicarnos; todos estamos comprando las mismas cosas; estamos viendo los mismos programas de televisión, las mismas redes sociales, seguimos las tendencias virales, escuchamos los mismos géneros musicales, vestimos similar, comemos también lo mismo, hasta las vestimentas militares son idénticas, etc.


(Esta imagen puede evidenciar como las culturas en la antigüedad estaban dotadas de características cosmológicas propias de ver y entender el mundo. Cada cultura se expresaba por sí misma, dentro de su Ecúmene. A diferencia de la sociedad moderna y homogénea de hoy día, dónde estamos igualados y asimilamos entre nosotros mismos, de forma universal la historia y el mundo).


(Como podrán ver las vestimentas militares en la antigüedad eran muy variadas y distintas también, ahora con los ejércitos modernos, la forma de hacer la guerra y las armas de fuego no varían mucho en realidad).


Las culturas y las tradiciones se diluyen y desaparecen cada vez más, la homogenización, el capitalismo, el libre mercado y el globalismo junto con los valores norteamericanos, su brazo armado la OTAN y su democracia, devora a su paso todo resquicio de identidad cultural, de extrañeza. La sociedad abierta se hace cada vez más grande, suprimiendo a las sociedades cerradas. Estos organismos políticos, económicos y militares representan ese final histórico.



Ese es el fin de la historia que vaticinó Hegel pero que reinterpreta Kojève en el siglo XX, en un panorama muy crudo. Es crudo, sí, pero parecer ser completamente correcto y exacto, pues es lo que ocurre en la actualidad. Esta es la descripción de Kojève del final de la historia: "En el estado final, naturalmente no hay más seres humanos". ¿Por qué? Porque el hombre es también un ser histórico, y cuando la historia llega a su fin, lo que es distintivamente humano desaparece. Kojève piensa que el final de la historia marcará la eliminación de la parte enérgica del alma del hombre. Una vez que sepamos la verdad sobre la humanidad, que todos somos libres e iguales, no habrá nada por lo que pelear ni propensión a pelear, sentiremos el desapego por la nación o el desarraigo de sentirse identificado por un ideal, nos enfocaremos en nuestras propias prioridades económicas. La capacidad de enfadarse por cuestiones de honor o de ideología simplemente desaparecerá. Esto es lo que quiere decir con el fin del hombre.

En definitiva, el fin de la historia es el fin del hombre. El hombre, propiamente entendido, está siendo borrado. Las masas de personas al final de la historia, dijo, se convertirán en bestias. Y otro término para ellos, dijo, son esclavos sin amos. La gran mayoría de los seres humanos en la modernidad son esclavos sin amos. Son oficialmente libres, pero espiritualmente hablando, son esclavos. No tienen ideales. No hay nada por lo que estén dispuestos a morir. Nada es más importante que estar cómodos y seguros.



Mi conclusión:

La historia comienza con una especie de auge vital, que va conduciendo hacia el autoconocimiento. La historia comienza con una especie de vitalidad bárbara (a esto yo le llamo adanismo histórico). Sin embargo, a medida que la cultura progresa y se vuelve más refinada, nuestra reflexión y refinamiento llegan a interferir y socavar las fuentes de la vitalidad cultural (le llamo supra-historia).

La cultura, al principio, es algo necesario para que estemos sanos, pero a medida que avanza y se vuelve más refinada, se convierte en una fuente de enfermedad, decadencia y más decadencia. Entonces, en este punto tenemos una cultura decadente donde las personas son muy reflexivas, desapasionadas, corruptas y carentes de virtud. ¿Y qué sucede eventualmente cuando la decadencia se generaliza? Todo se derrumba, todo se desmorona. No se puede tener una sociedad funcional llena de gente podrida. Los pocos supervivientes que quedan vuelven a la barbarie. Todas las telarañas de las teorías bien hiladas se eliminan (infra-historia).

Para culminar el artículo expongo esta cita de Alexandre Kojève:

"¿Los filósofos? ¿Heidegger? Como filósofo, no siempre ha acertado. Y aparte de Heidegger ¿quién? Por otra parte, los filósofos no me interesan, busco sabios. Y encuentre usted un sabio. Todo esto tiene que ver con el fin de la Historia. Resulta divertido. Hegel lo dijo. He explicado que Hegel lo dijo, y nadie quiere admitirlo. Nadie soporta que la Historia está cerrada. A decir verdad, yo mismo pensé al principio que se trataba de una tontería, pero reflexioné y ví que era una idea genial. Consideré, que simplemente, Hegel se había equivocado por 150 años. El fin de la Historia no era Napoleón, sino Stalin, y yo era el encargado de difundirlo. La única diferencia era que yo no había visto pasar a Stalin a caballo bajo mi ventana, pero luego vino la guerra y comprendí. No, Hegel no se había equivocado. Había fechado correctamente el fin de la Historia en 1806. Después de esa fecha ¿qué pasó? Nada. El alineamiento de las provincias. La revolución china no es más que la introducción del código de Napoleón en China. La famosa aceleración de la Historia de la que tanto se habla, ¿no ha notado usted que al acelerarse cada vez más el movimiento histórico avanza cada vez menos?".

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