Los Totalitarismos.
Para muchos les parecerá disparatado comparar a semejantes ideologías tan contrarias, cuando la historia misma nos ha mostrado que estas han existido entre hostilidades, guerras, diferencias, cada una dispuestas en aplastar a la otra, sin ganas de entenderse mutuamente; la segunda guerra mundial es el ejemplo claro. Pero pienso que la comparación entre comunismo y nacionalsocialismo es, de hecho, no sólo legítima, sino indispensable, porque sin ella ambos fenómenos resultan ininteligibles. La única manera de comprenderlos (y de comprender la historia de la primera parte del siglo XX) es tomarlos juntos, estudiarlos en su época, es decir, en el momento histórico que les es común. Pues bien, adelante:
Para entender todo esto de los totalitarismo habría que definirlo de una forma rápida y diáfona: los totalitarismos son los regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones.
Es bien sabido que en la actualidad existen totalitarismos, países como Corea del Norte que pueden denominarse como un residuo de un período pasado: el régimen norcoreano es un anacronismo, es decir, es una nación que vive imbuida en una época que ya pasó. Por supuesto, en todo aquel tiempo, el totalitarismo comunista soviético, convivió con el nacionalsocialismo alemán, señalado igualmente como totalitario. Pero no son solamente "modernos"; en sentido temporal, sino que son denominados un fenómeno iónico en la Historia: se perseguía el control total y absoluto del Hombre, nada podía escapar del control estatal; es decir, no eran ideologías que pretendían controlar los cuerpos nada más (lo que puede denominarse o traducirse en fuerza de trabajo), sino controlar igualmente el pensamiento (o alma, o espíritu, llamenlo como quieran), la conciencia, al propio ser interior e íntimo.
Pueden pensar que no es así, que el totalitarismo puede ser un fenómeno con antecedentes ya en el pasado. Sin embargo, el control del ser era potestad de la religión (como fueron los gobiernos religiosos teocráticos). De esta forma puede entreverse que lo religioso, encargado del control de las "almas", daba un servicio al poder político. No obstante, el poder político gobernaba los cuerpos de las personas. Ambos poderes son aliados en el poder emanado de Dios, aunque manteniendo un statu quo. Por supuesto, esto se ofrece a múltiples matizaciones, soy consciente de ello; porque al final si existía un totalitarismo era el basado en la figura de Dios, pues de él emana todo Hombre y toda Institución: ya sea de forma más o menos solapada la teocracia siempre ha estado ahí, contralando nuestra conducta y pensamientos.
En definitiva, el totalitarismo pretende dominar el cuerpo y el pensamiento, el cuerpo, el alma, y… lo sensible y lo mental, al ser completo, osea, totalitario. El comunismo y el nacionalsocialismo ofrecían su propia visión del mundo, su propia concepción, ya sea ésta materialista-universalista-igualitaria (comunismo), o mesiánico-esotérico-pagana (nacionalsocialismo). Estas ideologías se entrometen en todos los ámbitos de la vida cotidiana haciendo imposible la libertad individual y la propia realización personal. Cada ser es "propiedad" del Estado, la causa es el Estado, cada individuo es sólo un medio para satisfacer al Estado: el Estado sustituye a Dios, el líder al mesías, el más acá al más allá. De esta forma, el comunismo y el nacionalsocialismo se presentan como religiones profanas (religiones para no crucificados) que prometen una realización en el propio mundo: un paraíso en la tierra. Y cuando se equipara ideología totalitaria con religión es por compartir ciertos rasgos comunes: dogmatismo, certidumbres absolutas, mistificación. Y dichos rasgos totalitarios se dan en el comunismo y en el nacionalsocialismo, por lo que no es descabellada su relación y hacer un análisis compartido.
El totalitarismo o "ideología total" pretende como se ha dicho anteriormente controlar todo, hasta el más mínimo detalle, solamente así podría explicarse la impresionante maquinaria burocrática soviética y nazi. Este control también puede situarse en el plano de la Historia. Para ellos la historia, el acontecimiento, debe ser calculable. Nada puede escapar al Estado. Para ello se hace necesario que todos los seres se reduzcan a un producto estándar y homogéneo. Todo totalitarismo aspira a homogeneizar a las masas, pretende reducir a las masas a un único modelo. Hablar de totalitarismo es hablar de determinismo social y de la pretensión del fin de la Historia. Por supuesto, los regímenes totalitarios se diferencian del resto de regímenes por la existencia de un partido único que será el encargado de promulgar el dictado que han de seguir todos y que controlará los medios de producción, los medios de comunicación, los medios de combate, etc.
No me malinterpreten, que el comunismo y el nacionalsocialismo sean ideologías totalitarias no quiere decir que su enfrentamiento fuera un malentendido, sino que fue por sus múltiples oposiciones ideológicas y espirituales, además de geopolíticas. Pero creo que estudiar el fenómeno del totalitarismo como un fenómeno común entre comunismo y nacionalsocialismo no es descabellado. Lo que he querido decir es que comunismo y nacionalsocialismo, comparten rasgos esenciales aunque sus miras utópicas o de realización futura fueran distintas: supremacía del proletariado para el comunismo o supremacía aria para el nacionalsocialismo. Es decir, al margen de la oposición es apreciable que ambas ideologías compartían medios para su realización. Esos rasgos comunes esenciales es lo que hace que ambas se puedan denominar como sistemas totalitarios a pesar de ser dos ideología alejadas en lo práctico y en lo teórico.
La naturaleza de dichas ideologías es distinta, de eso no cabe duda. Es distinta si nos referimos a su visión del mundo o de la vida en general, pero ambas convergen en la creación de una nueva visión del mundo, en la adoración a un líder, etc. Al margen de que el comunismo persiguiera unos fines distintos al nacionalsocialismo: digamos que sus expresiones son distantes, pero su pretensión son idénticas, el dominio y control total. Por ejemplo: el cristianismo es diferente del Islam pero esencialmente son religiones provenientes del mismo monoteísmo abrahámico, con el fin de proyectar su religión a una entidad suprema; sea Dios en el cristianismo o Allah en el Islam. Así, comunismo y nacionalsocialismo son diferentes, pero igual de totalitarios.
Para culminar, expreso que las democracias occidentales no están libres del totalitarismo, de hecho tienden a él. Y es que existe cierto parentesco entre el comunismo y la democracia, de ahí que en el presente sea menos condenable el comunismo y si motivo de persecución e ignominia al nacionalsocialismo, a pesar de que el primero triplique (y son datos históricos aproximados veraces) en víctimas de 110 millones, mientras el nacionalsocialismo 17 millones de víctimas. ¿Por qué existe entonces un trato de favor hacia una tendencia ideológica que ha demostrado ser poco respetuosa con la vida humana? ¿No es acaso igual de aberrante e inhumano que el nacionalsocialismo? (Me gustaría que hicieran la misma contabilidad de cadáveres a los abanderados de la "democracia", el dato no sería pequeño). Si no se ve igual de aberrante el comunismo es por la sencilla razón de que ambas, democracia y comunismo, se sienten herederas de la Revolución francesa (universalismo, igualitarismo), distinguiéndose sólo en su realización (la primera el progreso se hace por sí mismo, mientras que en la segunda mediante la revolución).
El escritor Alain de Benoist nos explica la tendencia totalitaria del liberalismo y de la democracia en este escrito que expongo:
"La sociedad liberal sigue reduciendo el hombre al estado de objeto, cosificando las relaciones sociales, transformando a los ciudadanos en esclavos de la mercancía, reduciendo todos los valores a los de la utilidad mercantil. Lo económico se ha adueñado hoy de la pretensión de lo político al poseer la verdad última de los asuntos humanos. De ello se deriva una progresiva "privatización" del espacio público que amenaza conducir al mismo resultado que la "nacionalización" progresiva del espacio privado por los sistemas totalitarios.
También se constata que, en las sociedades liberales, la normalización no ha desaparecido, sino que ha cambiado de forma. La censura por el mercado ha sustituido a la censura política. Ya no se deporta o fusila a los disidentes, sino que se les marginaliza, ninguneándolos o reduciéndolos al silencio. La publicidad ha tomado el relevo de la propaganda, mientras que el conformismo toma la forma de pensamiento único. La "igualización de las condiciones" que le hacía temer a Tocqueville que hiciese surgir un nuevo despotismo, engendra mecánicamente la estandarización de los gustos, los sentimientos y las costumbres.
Las costumbres de consumo moldean cada vez más uniformemente los comportamientos sociales. Y el acercamiento cada vez mayor de los partidos políticos conduce, de hecho, a recrear un régimen de partido único, en el que las formaciones existentes casi sólo representan tendencias que ya no se oponen sobre las finalidades, sin tan sólo en los medios aplicar para difundir los mismos valores y conseguir los mismos objetivos. No ha cambiado el empeño: se sigue tratando de reducir la diversidad a lo Mismo".
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