La entomología de Ernst Jünger.


La entomología (del griego éntomos, "insecto", y logos, ciencia") es el estudio científico de los insectos.

Ernst Jünger cultivó el afán de conocer la naturaleza, sondearla y captarla en su más alta poesía, el naturalismo prodigado por otros escritores alemanes, como Goethe (influencia que su madre apasionada de Goethe le impartió). Había que conversar con la naturaleza a menudo para pensar mejor sobre los problemas de uno mismo, ya que no hay ni puede haber palabras que nos comuniquen con lo sagrado. Esto se hace notar en buena parte de sus ensayos, cuya paradoja primordial reside en evocar con el pensamiento aquellas cosas que no pueden pensarse.



Podemos pensar de Jünger que era un exquisito coleccionista en la medida en que se dedicó a atraer hacia sí los símbolos de la existencia que más le fascinaron, al menos en su segunda etapa, la del observador, cuando Jünger pasó más décadas en su gabinete que en el mundo. No había, para él, imágenes de la naturaleza más significativas que las flores, las piedras y los insectos: "diseños llenos de sentido, aunque su superficie no sea mayor que la palma de una mano". De hecho, de estos últimos (los insectos) se volvió un experto, así como de las flores.

Jünger expresa el inicio de esta fascinación en una entrevista:

"Mi abuelo fue profesor de zoología y botánica. Para mí noveno cumpleaños me obsequió un libro llamado El amigo Escarabajo de Fleischer. Así es como empezó. Ví las ilustraciones de los escarabajos y después descubrí que en realidad existían en la naturaleza".



Habiendo estudiado zoología en Leipzig, Jünger aprendió a mirar los escalafones en los que cada ser vivo se encuentra, desde aquellos que pueden remontar el vuelo sobre nuestras cabezas hasta aquellos que no pueden hallarse sino tras una segunda mirada, se encuentran estos seres mejor ocultos entre la maleza que en sí mismos, y fueron éstos los que Jünger captaba mejor. En la escala de los insectos, Jünger acaso asimiló bien la idea de que la mayor parte de los seres que están vivos son minúsculos, pero sobre todo que sus representaciones y relaciones con la vida del hombre dan para imaginar cómo actuó la mente de Dios en la construcción del mundo.

De las flores, que continuamente aparecen en sus escritos, Jünger afirmó: "Aún la flor más pequeña tiene raíces en lo infinito y lo que las descubre es la afición que sentimos por ella". Por su conocimiento de los insectos, su estructura, su belleza tan perfectamente adaptada a sus necesidades, Jünger colocó a estos animales como verdaderas obras de arte. Llamó "cacería sutil" o "cacería mínima" a esta actividad.



De hecho, en su hogar llegó a tener más de 100 cajones el cuál contenía de 25 o 30mil especímenes de insectos. Y es que su pasión por la entomología lo llevó incluso a descubrir nuevas especies, aportando mayores descubrimientos al campo zoológico, varios de los cuales llevan su nombre.



Jünger en una entrevista expresa el nombre etimológico de una de tantas, la cicindela juengueri:

"Las cicindela son grandes depredadores. Es una combinación de observador agudo y cazador de presas. Esto da una idea de mi propio caracter".



Aunque entre sus mayores descubrimientos se halla la Trachydora juengueri, una mariposa nocturna de las más bellas que se encuentren en la oscuridad. En Jünger se hayan diversas pasiones; su manía zoológica llama la atención sobremanera como la del hombre que halla la felicidad en la comprensión de lo mínimo, más que en la arrogancia científica del dominio del mundo; su cualidad de intérprete de los sueños y su interés por la astrología.

Para un hombre como Jünger el tiempo no suscitaba un problema técnico sobre el que había que sacar el mayor provecho, sino una cuestión que había que contemplar con detenimiento. El tiempo que el hombre dedica a sí mismo es un tiempo sagrado. En la contemplación encuentra el hombre su sanación, escucha su existencia dentro del pulsar del universo. Incluso en la contemplación de las balas y de la muerte Jünger halló conocimiento propio, y fue este conocer lo que lo llevó a escribir libros como "El combate como experiencia interior" o "La emboscadura".

Es ilustrativa la anécdota que origina el título de La emboscadura. En la antigua Islandia, cuenta Jünger, el hombre que había cometido un grave delito era castigado a una curiosa forma de ostracismo: debía emboscarse; esto es: retirarse a vivir al bosque, solitario, lejos de toda compañía humana, y allí permanecer indefinidamente. El bosque era el lugar de su solitario. Era su refugio. Allí a solas consigo mismo, el emboscado debía conservarse gracias a su esfuerzo, a su voluntad. El bosque, lugar de castigo del emboscado, resulta hoy, para Jünger, una perfecta metáfora del espacio del hombre independiente.



Jünger tenía una mirada sumamente fría sobre los acontecimientos humanos. Para él resultaba natural ser sólo un observador de los acontecimientos ante los cuales no se podía intervenir. De hecho, alguna vez manifestó tener una sensibilidad para mirar mucho más que para actuar. Prefería la distancia, oteaba. De ahí que haya surgido el famoso concepto que conocemos como el "Anarca". Jünger nos dice:

"El Anarca no es una posición, es la descripción de una posibilidad. Durante el día el Anarca es un simple servidor público. Pero en la noche él se sienta en su biblioteca y reflexiona sobre otras cosas. Así es como el Anarca difiere del anarquista. El anarquista interviene, emprende acciones y finalmente se suicida. El Anarca observa todo el asunto y medita sobre sus ideas. Pero no interviene".



Jünger tenía perfil aristocrático. Sus ocupaciones lo sitúan como un auténtico fatalista, un gentleman disidente que pasó sus mejores años en el exilio: después del combate se retiró, tal como haría Montaigne en 1571, de las labores mundanas. A veces, en los días soleados, se entregaba haciendo pompas de jabón que el viento llevaba entre las plantas y las flores, mientras él permanecía cautivado por esa imagen simbólica de fugacidad y su inasible belleza.

De modo que Jünger imaginaba ser un insecto, siempre soñaba con lograr una cierta auto-trascendencia. Y este sueño, este afán imaginativo de ser algo diferente, daba entender o sugerir que siempre estaba escapando de sí mismo, de su propia complejidad interna, de sus contradicciones interiores. Era un gran observador, pero siempre mientras observaba, también se observaba a sí mismo. Siempre se cuestionó su forma de percibir las cosas.



Podría decir que la característica que define a Ernst Jünger, es que se posiciona muy por encima de la humanidad, pero no desde la filosofía del Superhombre nietzscheano que en algún momento simpatizó, sino que mira hacia bajo desde la perspectiva de un águila, y nos presenta su visión de los fenómenos y acontecimientos, en lugar de juzgarlos. O mira al mundo microscópico. Siendo capaz de ver simultáneamente el microcosmos y el microcosmos.

Al observar las maravillas de la naturaleza, los insectos por ejemplo, están mejor adaptados en su capacidad de auto-organización como las colonias de las abejas o termitas, a comparación del caótico orden humano, que siempre se extravía porque el hombre tiene la condena de cometer errores tras errores, mientras que el insecto con una infalibilidad instintiva siempre hace lo correcto. Así, las abejas y las termitas a menudo se manejan mejor que los humanos.



Dato curioso, abrigo de Ernst Jünger con figuras de escarabajos estampados, ya que eran sus insectos favoritos:




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